La sabia Habuhiah pertenece a los 72 ángeles de la Cábala, formada por arcángeles, querubines, ángeles etc. Ella forma parte de éstos últimos, siendo la número 68, un ángel sanador. El don con el que Dios la ha dotado es el de la sanación tanto física como espiritual. Habuhiah está estrechamente relacionada con la naturaleza y la fertilidad, también es muy afín al campo y las tareas que se relacionan con éste. Sus métodos de curación siempre se guían por remedios naturales, es capaz de equilibrarse con el medio que la rodea y conoce los secretos de la conservación, en otras palabras, es capaz de preservar la vida mediante su total comprensión. Su constante contacto con la naturaleza la dotó de habilidades que en un principio no poseía: ahora era capaz de comunicarse con los animales, incluso tenía la capacidad de convertirse en una lechuza.

Hubo un tiempo en el que un lugar conocido como la comarca de Lumar gozaba de una época de prosperidad. Sus cosechas eran las más abundantes que se habían visto jamás, sus aldeanos se habían vuelto expertos agricultores que trabajaban la tierra con una destreza envidiable. Todos en aquel lugar disfrutaban del éxito y se sentían orgullosos de sus logros.
Una tarde, cuando el sol cedía cortésmente su lugar en el firmamento a la luna, una nube cubrió los cielos evitando así el paso de la luz. Los aldeanos que sabían interpretar las señales de la naturaleza, confundidos y curiosos por el extraño fenómeno, debatían la posible naturaleza de la nube. Unos opinaban que podrían ser aves migratorias, pues era la época, otros pensaban que podría ser una nube de polvo. Pero todos se equivocaban.
Una inmensa plaga de langostas asoló los fértiles campos de la comarca de Lumar, convirtiendo el lugar en un inhóspito desierto. La hambruna y las enfermedades no tardaron en aparecer cuando los habitantes se quedaron sin suministros, la realeza incluida. El rey Lumar, temiendo por la vida de su hija enferma, la princesa, acudió a la sabia Habuhiah que bien sabía interpretar las señales de la naturaleza.

-Debéis saber que esta devastación es solo el fruto, un fruto que hace mucho tiempo fue sembrado por vosotros en otra vida. Lo habéis olvidado pero en la memoria de la naturaleza todo está escrito, y yo la estoy leyendo. En otros tiempos fuisteis un pueblo guerrero, y ambicioso, que mediante la fuerza asolasteis otras aldeas dejándolas tan arrasadas como ahora lo está la vuestra… Pero no tema, señor. -Su rostro muestra una pacífica sonrisa que contagia su tranquilidad.- Su pueblo ya ha pagado sus deudas. Volved a trabajar la tierra y ésta os responderá como hasta ahora.


Miles de años han pasado desde que Habuhiah bajó a la tierra de los mortales por primera vez y ahora que ha vuelto el mundo parece otro completamente distinto al que recordaba. Abrumada por el drástico cambio y el gran número de personas que hoy día pueblan la Tierra, Habuhiah encontró en el cobijo de los árboles un hermoso y tranquilo lugar en el que vivir y establecer su hogar. Con el tiempo se dará cuenta de que en su camino no sólo se tropezará con seres humanos, todo tipo de criaturas de deleznable naturaleza intentarán aprovecharse de ella o incluso hacerle daño.